domingo, mayo 24, 2009

caminando entre la multitud.

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Es increíble el número de personas que conoceremos durante el tiempo que vivamos, y qué tan pocas serán aquellas que dejen sus huellas en nosotros.
Pero no pensemos ahora en las personas que cambiaran nuestras vidas; pensemos en aquellas que pudieron hacerlo, pero que por distintas razones no tuvieron la oportunidad. Pensemos en la mujer que camina a nuestro lado entre la multitud rutinaria, en el compañero de trabajo cuyo nombre nunca recordamos al saludarlo por la mañana, en el niño que jugaba en la fuente cuando caminabas por la plaza. Y sus vidas seguirán como lo hará la nuestra: sentirán amor, sufrirán decepciones, se alegrarán, los acompañará la soledad, abrirán los ojos una mañana para descubrir el cielo y después los cerrarán para no volver a verlo. Pero eso, nosotros, no lo sabremos. Los recordaremos como aquella mujer entre la multitud, el compañero de trabajo, el niño en la fuente; y los olvidaremos quizás unos minutos más tarde para nunca más recordarlos, para no recordar que sus vidas, siendo tan valiosas como las nuestras, nunca se tocaron. Y ellos no recordarán nuestros rostros, ni imaginarán en dónde estaremos cincuenta y siete horas más tarde. O, tal vez, jamás se percataron de que alguien vivió a su lado por una fracción de segundo.
Así seguirá la vida, como un monton de lineas que, pudiendo tocarse, se pasaron de largo.

lunes, mayo 04, 2009

muriendo

No sé si todo sea en vano, si mi lucha no tiene razón, si mi esfuerzo está siendo desperdiciado.

¿Qué tan malo es soñar un imposible? Intento mantener mis esperanzas vivas, mi ilusión intacta; sé que no ayudará en nada. En el fondo sé que me estoy engañando, sé que la realidad sigue siendo la tirana de mi vida, sé que el anhelar algo no lo hace cumplirse, sé que querer no es poder.
Y aún me empeño en ser un masoquista, en pensar que sí puedo y decepcionarme ante cada golpe que recibo. Porque aún cuando mis esperanzas fueron astutamente asesinadas, mi deseo sigue vivo, más fuerte cada día. 
¡Oh, qué mala jugada: matar la ilusión y alimentar el querer!