Los niños están arropados y los regalos los están esperando; papá se ha comido las galletas y duerme sabiendo que en unas horas lo despertarán gritos de alegría. Jo, jo, jo… feliz navidad. Las ratas chillan y los autos rechinan, un pavo se cocina, hay estómagos vacíos. Un hombre brinda por su triunfo, otro mendiga sus problemas; que se prenda una fogata ─en cualquier calle, en cualquier chimenea─ y se recuerde lo que se quiere. La nieve cubre las calles y sus imperfecciones, y la gente camina sin querer verse las caras (porque ya tienen a quien necesitan) para que haga más frío, para sentir que sirve más abrigarse y abrazarse. Jo, jo, jo… feliz navidad. Una madre le da un beso en la frente a su hija, el único regalo que puede darle, y miles de niños yacen inertes de muerte. El mundo se está acabando, se lee en boca de todos, y la gente mata y la gente duda. Hay putas bailando bajo el muérdago en burdeles, hombres sonriendo ante sus piernas abiertas y sus familias que los esperan. Y al final del día, al final de la noche, con otro año sobre los hombros y papeles rotos sobre el piso de la sala, hay quienes duermen y quienes pretenden. Buenas noches para los niños, que esperarán el sonido de cascabeles que nunca llegará. Un trineo, un grito largo y silencioso en la oscuridad, una copa de champán. Jo, jo, jo… feliz navidad.
sábado, diciembre 24, 2011
lunes, diciembre 05, 2011
Se nos muere la Cleotilde.
Pasó la flaca temprano para avisarnos: se nos muere la Cleotilde. Ay, qué triste, pero mira que ya nos había
durado, la condenada, y mi madre no dice nada. Ya se han reunido todos en la sala de su casa, y uno a uno
los invita a verla. Allá anda llorando Nena, que hace años ni pensaba en la Cleotilde, y sale del cuarto
Ángel, pálido, así como debe estar la anciana en su cama. Ha vivido tanto que puedes contar los años en las
arrugas de su rostro, y tiene más historias en los labios que brillo en sus ojos ─cuando ya has visto todo,
empiezas a ya no ver nada, nos decía como dormida─. Ya se había quedado sola, la pobre, y no se
acordaba de muchas cosas; quizás ahora se pregunta quiénes somos esta bola de personas, y por qué todo le
duele. Ya me toca verla (llenarme de angustia), y apenas entro al cuarto, ¡ay, Cleotilde, qué lejos estás ahí
en tu cama! Vieja, nunca supe mirarte a los ojos como la vida detrás de ellos lo merecía, y hoy que te he
querido tanto los mantienes cerrados. Nunca te conocí, Cleotilde, y ya nadie podrá hacerlo nunca. Parece
que nadie recordó que tal vez tú no nos habías olvidado, y ahora estás temblando, como suspirando un
abrazo con tus manos. Ya vete: con tus fotografías, con tus discos y tus vestidos, con tu sonrisa cansada y
tus párpados pesados. Ya vete, Cleotilde, y solo déjanos el recuerdo. Así sin palabras me voy, y así se
queda la anciana para que alguien más pase y la vea esperando ya estar muerta. Vieja, supe que te quise
hasta que te fuiste.
Publicado por céssar sinclair en 2:12 0 comentarios
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