lunes, febrero 24, 2014

Quisiera haberte conocido, madre.

Quisiera haberte conocido, madre,
con tu mochila sobre el hombro
y tus trenzas
caminando hacia la escuela.
Quisiera haberte visto hacer tu tarea
o los garabatos de tu mano a tu cuaderno
sin miedo en los trazos de tus sueños:
soñando a ser maestra
soñando a ser bailarina
soñando a ser científica 
pero siempre jugando a ser mamá.
Y quisiera haberte visto 
nerviosa frente a él
con la garganta ahogada en tus palabras
y tu mirada baja.
Madre, me hubiese gustado hallarte así,
enamorada,
para decirte cuánto te mereces,
para decirte que busques quien te quiera
casi tanto como tú vas a quererme.
Te diría, madre,
no te cases con mi padre
porque vas a preguntarte el resto de tu vida
si tomaste la decisión que debías.
Y quisiera advertirte
así de novia frente al altar
y el corazón en la boca
que habrá días en que la vida
no será lo que creíste que sería
y los años nos van pesando.
Pero, madre,
así como me hubiese gustado verte reír
en la inocencia de tus mañanas,
me has hecho reír en tus tardes
(aun de lejos,
sigues iluminándome las noches).
Y sé que sabes, madre,
que todo ha valido la pena
que volverías a librar las batallas
que todos los días libraste
y sé que sabes
que me siento orgulloso
de poder decir
que al menos hoy, madre, te conozco.