Probablemente debería dejarte,
y correrías tranquila con la brisa.
Las suelas de mis zapatos están ya muy gastadas
y no creo poder alcanzarte.
Como los días de antaño y nubes oxidadas
─la lluvia quemándonos las pestañas─
en que escuchábamos canciones que aún no han sido escritas,
se fueron las horas en segundos
y los días en primaveras secas.
Nunca prometí que no lloraría,
pero dejé que mis silencios te engañaran
para que la realidad no nos golpeara a ambos
y se fuese ésta por uno ignorada.
“Mira, que ya todas las luces se apagaron
y yo sigo sin sentir miedo.”
“No seas absurda,
sabes que tu sonrisa aún ilumina el cuarto
y sus incontables corredores “.
Las hojas secas en tus manos
ya no crujen cuando te abrazo
ni suspiran con mis labios al rozarte:
saben que no besan
como besaban antes.
Se acabó el sosiego de tus mañanas
y la gravedad de tus dedos sobre la ventana.
Secaría tus lágrimas con mi aliento,
las ahuyentaría con un suspiro;
mas no me queda aire
ni para exhalar un “te quiero”,
sólo escucha mi corazón
hasta su último latido:
cada uno será un momento
que viví feliz contigo.
viernes, octubre 16, 2009
poema de amor número cuarenta y siete.
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2 comentarios:
Que bonito. El final es muy abrazador.
Ah, pero qué mono tu Blog.
A Paulette le ha encantado pasarse por aquí, sí que sí.
Un beso ;)
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