Lo veo en tus ojos a cada parpadeo, la tristeza honda que se esconde en tus pupilas. No hemos estado bien, y sé reconocer lo pesado que se ha vuelto tu aire. Tus labios son un vaivén de cuchillas ansiosas de cortar mi piel con tus palabras, y sin embargo te quedas muda, porque sé que no esto lo que quieres y que te duele que yo duela. Y me tomas de la mano, porque no hemos estado bien y me pides que sea fuerte cuando tú no puedes serlo. Ya hemos sido fuertes mucho tiempo, y nuestros abrazos se han vuelto demasiado suaves, como cansados; no te culpo, sé cuánto hemos luchado. Tus ojos se vuelven vidrio, y es aquí cuando me siento tan fuerte y al mismo tiempo tan vulnerable, y por más que quiero no puedo esconderme; soy testigo de una agonía que siento propia (y es que también es mía). No, no hemos estado bien y nada me pesa más, ni siquiera el rubor ausente de tus mejillas o las canciones que nos faltó escuchar. Quiero llorar contigo, pero no lo hago, porque sé que no te gusta, porque de cualquier manera no me queda qué llorar. Y te beso la cabeza, medio para esconder la sonrisa que no puedo seguir aparentando, pero más bien porque te amo. No extraño tu cabello, porque no puedes dejar de ser hermosa aun con las jeringas en tus muñecas, pero extraño la vida que se llevó. Estrecho tus dedos entre los míos, deseando apretarlos tan fuertes que no se distingan nuestras manos, pero me da pavor poder romperte y puedo apenas rozarte. Pronto te irás, y no puedo seguirte. Pero sonríes, con los párpados pesados y los labios blancos, porque no hay de qué te arrepientas. Me susurras al oído el más bello te quiero y sólo entonces lloro. Y es que no hemos estado bien, pero nunca te he querido más.
jueves, septiembre 02, 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
que le haga cosquillas despacito en la mejilla. seguro que eso sí que puede hacerlo sin romperla.
(un té caliente)
Publicar un comentario