martes, diciembre 21, 2010

El amor como antagonista de la amistad.

Una de las cosas que descubrí este 2010 es que si hay una cosa que deteste en el mundo, son los mandilones. Sí, esas cosas que las mujeres en una relación llevan colgando del brazo. Y no tengo problema alguno con que tengan tanto afecto por alguien ni que sean felices; si de ello se trata, por favor enamórense, estén con esa persona que los motiva a sobrellevar los días. Pero no olviden a todas las personas que los acompañaban antes, más específicamente, a los amigos que estaban con ustedes simplemente porque les gustaba hacerlo, sin ningún otro compromiso y sin necesidad de llegar a lo carnal. Y ellos dirán que no es su intención, o que siguen estando ahí para uno tanto como antes, pero lo cierto es que hay un distanciamiento, y para alguien que aprecia tanto una amistad como yo, que la necesita tanto, las distancias crecen demasiado rápido, y a veces es mejor decir adiós que pretender estar agusto con alguien que te hace sentir tan reemplazable.

Quizás exagero, tiendo a hacerlo, pero no veo tan descabellada la idea de mantener las amistades aún teniendo pareja, y es más que aceptable que la frecuencia con que los amigos se juntan disminuya, pero vamos, que sacrificar uno que otro día con la novia para tener una buena plática y risas no requiere de mucho esfuerzo. He perdido dos amigos hasta el momento gracias a esto, y tomando en cuenta el tiempo que me cuesta llamar a alguien mi amigo (para ganar confianza y ser yo plenamente), pues... es realmente una decepción que duele.
Tomen esto como consejo, lectura casual, para identificarse y que les valga madre o, como yo lo he hecho, un pequeño desahogo, que hace rato no publicaba uno.

jueves, diciembre 02, 2010

Lo mucho que te quiero.

......Verás, que la vida nos ha golpeado duro. Pero te quiero cincuenta mil canciones que nadie ha escrito, y se niegan a saberlo las nubes en tus pupilas. Estoy celoso del amor que podrías tenerme mientras yo te quiero de pies ─lunares, miedos, vellos, rodillas lastimadas, la parte baja de tu espalda─ a cabeza. Somos la rima de un poema sin ritmo, más muertos que un dinosaurio, y me vuelvo el demonio de tus tardes miopes, sentada sobre la banqueta: mi Capilla Sixtina; ya llegó tu David, triste Mona Lisa. ¿No ves cómo nos llueven atardeceres y tu abrigo se empapa en puestas de sol? Ya no me siento solo (conjuro de tu ingenio), en el camino a casa te llevo en los zapatos cuando antes corría descalzo. Y dirás entonces que no puedes estar tan enamorada sudando mis abrazos, que te mueres de amor, que te hubiese gustado ser la primera. Y yo te diré ─con labios que no dudan─ que así te quiero enamorada, transpirando de tus besos, que si te llega un invierno me dejes viviendo en tus otoños, que eres la primera en mis noches y de la luna eres el cuarto que me llena. Qué poco me conoces, llorando sueño entre otro sueño, e ignoras mis manos en tu cintura, como ciempiés bajo tu falda del bar en que trabajas, y te doy de propina, ya yaciendo en la penumbra de tus pestañas, el aliento en la garganta y mi futuro enredado entre las piernas. Pero verás que antes que suenen la campana, la vida nos habrá hecho añicos, pues al tiempo le enoja que lo detengas y lo hagas eterno, y yo seguiré como fauno juguetón con tus cosquillas en los dedos: cada vez que me toque los labios, sentiré entre risas un te quiero.