sábado, diciembre 24, 2011

Jo, jo, jo.

Los niños están arropados y los regalos los están esperando; papá se ha comido las galletas y duerme sabiendo que en unas horas lo despertarán gritos de alegría. Jo, jo, jo… feliz navidad. Las ratas chillan y los autos rechinan, un pavo se cocina, hay estómagos vacíos. Un hombre brinda por su triunfo, otro mendiga sus problemas; que se prenda una fogata ─en cualquier calle, en cualquier chimenea─ y se recuerde lo que se quiere. La nieve cubre las calles y sus imperfecciones, y la gente camina sin querer verse las caras (porque ya tienen a quien necesitan) para que haga más frío, para sentir que sirve más abrigarse y abrazarse. Jo, jo, jo… feliz navidad. Una madre le da un beso en la frente a su hija, el único regalo que puede darle, y miles de niños yacen inertes de muerte. El mundo se está acabando, se lee en boca de todos, y la gente mata y la gente duda. Hay putas bailando bajo el muérdago en burdeles, hombres sonriendo ante sus piernas abiertas y sus familias que los esperan. Y al final del día, al final de la noche, con otro año sobre los hombros y papeles rotos sobre el piso de la sala, hay quienes duermen y quienes pretenden. Buenas noches para los niños, que esperarán el sonido de cascabeles que nunca llegará. Un trineo, un grito largo y silencioso en la oscuridad, una copa de champán. Jo, jo, jo… feliz navidad.

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